Alimentando la utopía



Siempre hay una mejor forma de contar las cosas. A veces se necesita de valor y otras de coraje, algunas otras de hacer el estúpido sin ninguna pena. El publicista era bueno en eso. Al llegar a casa. Tocaba la puerta del músico con alguna tonada de música popular mexicana. 



Poco a poco los dos departamentos pasaron a ser uno. En realidad, donde vivía el música era un cuarto con baño, una sala comedor donde sólo cabía una mesita y un sillón de dos personas. La cocina consistía en dos metros incluyendo el espacio del mini refrigerador, una estufa eléctrica, un horno de microondas y una gaveta. No había donde lavar o secar la ropa.

El mexicano solía invitar al músico al departamento donde vivía, era un poco más grande y cómodo. Además siempre había vino.

El músico se presentó un día.

- Pedro Montecinos, economista, esposo y padre. Haciendo el doctorado. Amante de las letras, el vino y la música clásica. Chilango. Algún tiempo okupa hasta que llegó la beca del Conacyt. Vivo en un lugar de mierda porque prefiero mandar dinero a casa - dijo mientras colombiano y mexicano servían cereal como cena.

En el fondo, no había necesidad de presentarse, pero no estaba de más conocer al vecino. El músico espera respuesta. El colombiano dio el paso.

- Andy, colombiano, metalero, ex militar, hijo mayor, siguiendo a mi ex que está en Londres pero me equivoqué de vuelo. Borracho a medias. Estudie publicidad como este güey - dijo mientras veía al último hombre en el cuarto.
- Tano, publicista, no sé andar en bicicleta, toco la guitarra, me gusta la lluvia, fumo a veces y no voy a misa.

Fue el inicio de una gran amistad que perduró en el tiempo.

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