Campo

La lluvia tildaba el rostro del hombre, la luz de la luna caía sobre el rostro de aquel publicista que había errado el tiro de la pistola, aquel minúsculo saco de carne que había dejado todo por una simple creencia sobre la lealtad con un hombre que conoció en Barcelona hace más de 10 años y ahora estaba muerto y por tanto no había deuda alguna.

Comenzaba a llover, la camisa blanca se humedecía de a poco volviendo rosa las pequeñas gotas de sangre Sobre la solapa. No estaba dispuesto a recibir coronas mortuorias de los cínicos políticos que mentirían para salvar el pellejo.

¿Erró el tiro o la vida quiere que siga hasta acabar esta pinche historia?

Como pudo se levantó, se guardo el arma detrás de la espalda y se sacudió la ropa y descubrió una horda de personas hablando en la plaza comercial aunque él sentía estaba en el parque al que solía ir a pasear a su perra.

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