Regresa y cántame


Vivir en Barcelona siempre era una aventura. Es una ciudad cosmopolita, llena de fiesta, todos los días es sábado. Aunque no tengas dinero con sólo sentarte cerca a la Rambla Catalunya o pasar por el Barrio Gótico ya estás viviendo algo diferente. Muchas nacionalidades llegan a esta ciudad, algunas en busca de fortuna, otras queriendo crecer o conocer, algunas vivir algo diferente y en el caso del publicista: escapar.

¿Escapar?¿de qué?, la respuesta es sencilla, de si mismo, de lo que escapamos todos.

Estudiaba un master en una escuela de renombre mundial, había conseguido una beca en México y aunque tenía que trabajar como reportero gráfico en los Amics de la UNESCO por las tardes de 16 a 20, para después trabajar de recepcionista de hotel en las noches de 20,30 a 2 de la madrugada y dormir unas 5 horas al día, él estaba feliz. 

Cuando pudo hacer un turno completo en el hotel donde trabajaba cerca al metro Liceu, se sentía espectacular. Un sólo trabajo para una sola mente.

Quería escapar de su realidad. Estaba harto que la gente que conocía y quería emigrara de él, así que un buen día decidió irse también. Pudo haber sido cualquier ciudad, no tenía una elección clara. Tomó la primera universidad que le aceptó. En su momento no lo sabía, pero se trataba de una buena escuela. 

Cuando llegó a Barcelona después de un vuelo de 12 horas tenía un lugar donde vivir con el amigo de un amigo. Charlie, un francés con un cuarto libre. Al salir del aeropuerto con rumbo al barrio del Eixample, pensaba en lo emocionado que estaba de haber salido de su cueva, le parecía increíble estar ahí. Al bajar del auto, entusiasmado no se dio cuenta que perdió el pasaporte con su visado de estudios. Recuperar este documento o algo que hiciera su estancia legal en España fue uno de sus primeros retos.

Sólo duró un par de días viviendo con Charlie, después tuvo que mudarse a Mare de Deu de Bellvitge, a 45 minutos en metro de su escuela, vivió junto a un ecuatoriano mal encarado. El publicista pensaba que era gay por la forma en que se refería a él en tercera persona. Un día conoció a la novia y abandonó la idea, de hecho la abandonó por completo cuando un día al volver a casa el ecuatoriano estaba sentado en donde antes había una sala. El hombre lloraba amargamente. Las paredes de todo el departamento estaban pintadas con aerosol negro con frases como "hijo de puta", "que te den por culo", "eres un mierda".

El publicista se acercó en completo silencio, a su paso notó vidrios rotos y cosas tiradas, los muebles estaban deshechos, había ropa quemada en el piso y mucha basura en el piso. Avanzó lentamente evitando el desastre. Chasqueó la boca cuando vio hacia la ventana y puso la mano en el hombro del hombre tirado sobre una alfombra quemada que lloraba sin verlo y le dijo "la ropa que estaba tendida era mía". Tres días después se había mudado a Entença 501.

Fue la mejor decisión que tomó, aunque era mucho más caro las clases le quedaban a unas cuadras, el metro a sus trabajos estaba cerca. El barrió le encantaba, no podía verlo en la tarde pero le encantaba. Cuando dejó la escuela y sólo trabajaba en el hotel y medio tiempo como becario de publicidad en una agencia disfrutó de los fines de semana. Fue la mejor decisión que tomó sin duda. El publicista era feliz al fin.

Cada día que pasaba en la ciudad le hacían sentirse mejor consigo mismo. Poco a poco fue dejando de llamar diario a casa para sólo hacerlo dos veces a la semana. Dejó de marcar a sus amigos en México para quedar de bar con sus amigos en Barcelona. Poco a poco dejó de ser él para ser otro.

Cambió su horario de trabajo, de 10 a 14 era becario, de 16 a 20 recepcionista de hotel. Las noches eran lo mejor para él, después del trabajo disfrutaba de la ciudad como nada, los recorridos en metro eran su delirio, amaba hacer etnografía.

A veces al llegar a casa, a los bajos de Entença 501, en el segundo, de vez en vez escucha un piano sonar en el departamento de enfrente, el de los bajos, primero. Frecuentemente se sentaba en la entrada de la casa con una silla y tomaba vino mientras escuchaba el sonido de las teclas.

Desconocía quién era el autor de las melodías pero identificaba a Bach, Beethoven, de vez en vez pensaba se trataba de Rachmaninoff. El publicista había tomado clases de piano cuando joven, era malísimo, sólo podía hacer triadas.

No lo sabía pero desarrolló un gusto por la música de piano que años más tarde le ayudarían a salvar una vida.  Se hizo fan de escuchar piano con vino. Su Roomy, un colombiano lo molestaba todas las noches pero qué podía hacer el publicista, no quería comprar una tele, amaba la música y el vino era mucho más barato que las garrafas de agua.

Un día el colombiano tuvo un mal día. Se unió a él en silencio. El mexicano en la silla, el colombiano en el suelo. No hablaron una sola palabra. Llevaban apenas un mes viviendo en el mismo lugar y aunque eran compañeros de salón no había tanta confianza. El vino es barato, mucho más barato entre dos y se disfruta mejor con compañía. Incluso en la que está en silencio navegando en sus propios pensamientos. Un día Mientras ambos escuchaban la música  de piano del vecino se hicieron amigos al contarse cómo llegaron a Barcelona. Ambos estaban más que jodidos económicamente hablando, situación que ambos intuían, lo interesante es que estaban ahí por amor a una mujer, uno huyendo del recuerdo de una mujer que se había ido y otro buscando una segunda oportunidad. Una verdadera mierda para ambos.

Como todo par de compañeros de clase que se vuelven amigos y que toman vino fuera de un departamento barato de 40 metros cuadrados, se hace ruido con las risas al hablar de pendejadas, y si son del amor perdido más. Un día la carcajada provocó que el autor de la música abriera violentamente su puerta sólo para encontrar una audiencia que le escuchaba desde muchos días atrás con vino y pan bimbo.

- ¡Pueden dejar de gritar por favor! - dijo el hombre de bigote.
- Podemos - dijo el colombiano - ... pero ¿cómo podríamos emborracharnos esta noche? - continuó.
- ¿Es eso vino de la Rioja? - reviró el músico.
- ¡A huevo! - dijo el mexicano - ¿quieres una copa?

El hombre dudo por un segundo, tenía antojo de beber vino desde hace tres meses. Miró a los jóvenes de 27 años, el silencio se hizo unos segundos. El colombiano le acercó su propia copa rebosante de la exquisita bebida, La copa de vino que le daba el colombiano seguía en el aire ante la mirada desconfiada del músico. 

- ¡Venga ya! agarra la copa que estoy borracho - dijo el colombianos - El académico estiró la mano y se hizo con la copa.
- Pasen... al menos escuchen bien la música - dijo el hombre.

Colombiano y mexicano se levantaron. Ambos se vieron a la cara, el mensaje era claro, necesitaban una nueva botella de vino, el colombiano salió a la tienda del pakistaní a lado de la casa, se hizo con una nueva botella de vino y regresó sólo para encontrar al mexicano tocando el piano junto al hombre la canción de "la cucaracha". Los tres rieron y se emborracharon ese viernes a las 9 de la noche. El hombre rompió su promesa de "cero alcohol mientras estés en España" como le había dicho a su esposa. El mexicano tocó algo más que triadas y el colombiano bailo vallenato al ritmo del concierto número 2 de piano de Rachmaninoff. El publicista sonrió inmediatamente.












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