Highly evolved


Recibió la llamada el viernes por la mañana cerca de las 8 de la mañana. Sostenía un volante que una joven le había dado minutos antes de entrar al establecimiento de café para pedir un croissant y un café americano. No tenía sueño sin embargo le ardían los ojos. El día pintaba para ser claro y con un clima agradable. Tomó la primera mesa a la mano y sacó su computadora, revisó sus pendientes del día anterior y se dispuso a trabajar.

Minutos después y con media taza de café, su celular sonó. Le confirmaban que podrían recibirlo al día siguiente y presentar su propuesta de trabajo. Lo anterior le sacó una sonrisa pero al mismo tiempo le preocupó, esperaba ser recibido la próxima semana no al día siguiente, el día siguiente no podía hacer un viaje de 6 horas a la costa.

Escribió en su grupo de Whatsapp lo sucedido para ver si alguien podía hacer el viaje en su lugar. Una calamidad estaba por suceder, nadie podía ir. Se preocupó. Era una gran oportunidad, todos lo sabían. Comenzó a organizar el trabajo y a calcular tiempos para cumplir con todo lo que tenía que hacer para salir en la madrugada del día siguiente y llegar a las 10 de la mañana a la cita.

Revisó todo el trabajo en 20 minutos sólo para descubrir que todo lo que debía hacer le implicaba dormir 3 horas para despertar y salir corriendo a la carretera y emprender el viaje a la costa. Suspiró. No era la primera vez que estaba solo ante una situación similar lo que le incomodaba es que a su parecer era quien se esforzaba más por conseguir clientes para la agencia publicitaria. Terminó su bebida y salió con rumbo a casa a continuar su trabajo y tratar de apurar sus pendientes. No había pasado una hora cuando se percató de las conversaciones que no había visto de su grupo de whatsapp donde las otras dos integrantes se habían organizado sin él para hacer el viaje. Se encabronó con el mismo. El resumen era que al final sí podían ir todos a la costa. Al menos se sintió acompañado.

En casa siguió trabajando sin descansar salvo breves excepciones que tenía que ir al sanitario, ordenó pizza por la tarde. Realizó ilustraciones, diseños fotográficos, y dejó al final los videos hasta que se dio cuenta que podía avanzar los videos y dejarlos en render mientras organizaba la presentación para el día siguiente.

Las chicas le habían mandado lo que había que mostrar, él sólo tenía que armar el trabajo en cinco o siete diapositivas. Todo marchaba a la perfección.

Cerca de las seis de la tarde todo giró. El publicista debía ir sólo, ellas habían cancelado. No le sorprendía. Afortunadamente había terminado todos sus pendientes y podía empezar la presentación. Inició el trabajo.

Cerca de las 8 de la noche, un nuevo mensaje, una de ellas podría acompañarlo a presentar el proyecto, fue cuando empezó a preocuparse, todo lo que le habían mandado no servía, eran archivos que no comprendía, todos estaban basados en componentes extraños que no habían sido hablados en la última reunión. Dos horas gastadas en tratar de entender un proyecto que no sentía suyo. Se encabronó al doble. Al principio creía que las cosas estaban ahí, frente a él, que no veía lo que tenía que ver, pero conforme fue viendo el proyecto y adentrándose se fue convenciendo que no era lo que él quería presentar. En su desesperación tomó el teléfono para pedir una explicación cuando sonó el timbre fuera de su casa.

Eligió abrir la puerta antes de escribir, con todo el enojo y confusión en su cabeza caminó hacia la entrada. Allí estaba ella, con comida chatarra y dos Coca-Colas frías. Odiaba a esa mujer.

- Hola - dijo como esperando una respuesta agradable. El publicista dio media vuelta, en el fondo lo veía venir, sabía de que se trataba, incluso en ese momento se dio cuenta lo que había sucedido, habían hecho complot en su contra para pasar por alto sus propuestas. Seguramente ellas habían trabajado una propuesta en paralelo a la suya y utilizarían sólo parte de sus ideas. Ante el poco tiempo de armar algo estaba jodido, era aceptar eso o no presentar nada, incluso, no hacer el viaje.

- ¡Que poca madre!, eso no se hace- soltó. Ella se dio cuenta que él se había dado cuenta - Salimos a las 5 de la mañana en tu auto, yo te explico - dijo al cerrar la puerta.

Pinche vida pensaba el publicista. Puta vida.

Odiaba la forma de ser de esa mujer, si por él fuera, no trabajaría con una mujer tan odiosa y perfeccionista. Una ególatra y creída que siempre provocaba estática frente a cualquier televisor. Lo único que quizás les unía era el sueño de formalizar una agencia. Él respetaba eso. Pero le odiaba.

- Este es el diseño final - dijo la mujer sonriendo.
- Está incompleto, le falta el logotipo - dijo el hombre con una sonrisa irónica moviendo de a poco la cabeza, como si hubiera ganado una guerra.
- Es correcto, sólo vamos a dejar tu logo, pónselo - le dijo la mujer con una sonrisa descarada.

El publicista sintió algo dentro, como si un tapón en medio del océano fuese quitado de golpe y el líquido vaciara el continente emergiendo otra pangea.

- ¿Puedo pasar al baño? - dijo la mujer -relájate, es lo mejor, creeme, lo tuyo no iba a vender - le soltó la mujer antes de cerrar la puerta.

El publicista tenía exaltada una vena en la frente y estaba a punto de gritarle a la mujer para mandar todo a la chingada cuando le escuchó gritar desesperadamente y salir de prisa del baño subiéndose los pantalones. Detrás de ella una cucaracha reclamaba su reino. La escena ridícula le devolvió la sonrisa y fue hacia su máquina mientras ella se subía en una silla y gritaba llena de pavor.

- Nos vamos en la madrugada - dijo el publicista y evitó cometer un asesinato a pesar de los gritos solicitando que lo hiciera. Sonreía.

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