Autumm Shade - Conmigo no

Afuera de la terraza del cuarto opuesto al último lugar donde la había visto, el publicista encontró su ropa interior mojada y en el piso, un par de cascos de cerveza y agua en el piso.  También estaba un sujetador negro y una pequeña panti del mismo color, supuso se trataba de la de ella. Sin embargo la camisa y jeans no estaban ahí, tampoco estaban la playera ni la falda de ella. Todo seguía siendo un misterio.

Regreso al cuarto pero antes tomó una toalla ubicada sobre la mesa de centro de la terraza, se envolvió en ella para posteriormente regresar a colocar la ropa interior de ambos sobre una madera que servía de cerca a la terraza. Se asomó un segundo para descubrir un pequeño desnivel, la habitación estaría en un segundo piso pero en realidad el primero de la habitación, el hotel estaba construido en un cerro por lo que en realidad hablar de un primer piso o segundo piso era un desmadre. Regreso al cuarto.

El sonido de la regadera lo recibió, lo que lo calmó un poco. No sabía porque pero el mundo continuaba con todo y que el desconocimiento del todo estaba ahí, en ese pequeño espacio, desnudo, con una toalla, colocando ropa interior mojada propia y ajena en un hotel cerca a la playa construido en un pinche cerro que hacía que no se supiera dónde es "arriba".

Respiro profundo y cerró por un segundo los ojos, exhaló y se dio cuenta que el aliento seguía siendo molesto. Abrió los ojos y buscó la mochila en la mesa de la habitación. Necesitaba lavarse la boca. De hecho necesitaba lavarse bien, el par de minutos de agua sobre jabón de shampoo seguro había eliminado algo del mal olor pero limpio no estaba. Regresar al baño no era una opción. Maldijo el momento.

Se giro lentamente intentando recordar el día anterior. Sabía que la mochila con ropa para un día tendría que estar cerca. Fue hacia una pequeña mesa en el cuarto pero no la encontró. Se devolvió y paso frente al baño, la toalla cayó dejando ver su ridículo trasero. 

Algo le impidió tomar bien la toalla, había visto la mochila escondida detrás de la cama. Ahí estaba, parada al lado de la mochila de ella y de su pequeña bolsa de gimnasio. 

La tomó y buscó dentro de ella la ropa interior que necesitaba seguido del desodorante, cepillo de dientes y pasta dental. se vistió, tomó todo y salió del cuarto mientras el agua de la regadera no dejaba de pegarle al piso.

Pensó que era una desgracia no haberse bañado apropiadamente pero tampoco se quejaba. Un minuto de jabón y 1 un minuto de enjuague con espectáculo eran mejor que nada.

Cerró los ojos y ahí estaba la escena en cámara lenta de la chica que odiaba entrando al baño desnuda para soltar una bomba en el excusado. No podía dejar de pensar en sus senos, eran perfectos, jamás se hubiera imaginado que sus pensamientos eran cercanos a la realidad y que bajo esas camisas flojas estuvieran esas joyas hermosas coronadas con unos parches cafés en círculos con un diminuta puntita. Firmes como señal de poco uso. No entendía como un cuerpo tan delgado podía tener tanta carne en un solo lugar del cuerpo humano.

Abrió los ojos, terminó de secarse con el aire pasando entre sus piernas y se colocó el boxer y salió del cuarto hacia el patio del hotel. Lo recibió un sol inclemente cuyos rayos le lastimaron los ojos, un dolor de cabeza le vino de repente.

Dio la vuelta a la habitación yendo sobre la pared y caminando lentamente, avanzó unos 15 metros y llegó al restaurante que estaba a espaldas de su habitación. No había nadie. El hotel estaba vacío, se asomó detrás de la barra y encontró 2 cervezas vacías ¿serían suyas?, no lo recordaba.

Se regresó al centro del restaurant para descubrir que enfrente en la piscina estaban dos camastros apuntando al horizonte, seguido del azul del agua de la alberca que buscaba mezclarse con el lejano mar. 

- Estamos en una colina ¡Claro!, el hotel de la colina - se dijo a sí mismo recordando la visión de la terraza, ¿Ese pedazo de piscina sobre qué chingados está construido? - Pensó el publicista.

Fue hasta la alberca. Andaba descalzo y con lo caliente del piso andaba un poco más rápido de lo normal, debía ser poco antes del mediodía.

Conforme daba pasos hacia la alberca, el horizonte se re definía, el falso azul se mezclaba con el azul natural del mar en un punto donde no se podía definir dónde empezaba lo uno y terminaba lo otro. Una vida falsa en una alberca falsa en algo que debería ser un falso día.

De pronto una pequeña botella de mezcal al lado de 4 envases de cerveza aparecieron al lado de un pequeño churro de marihuana  eran los únicos asistente a su encuentro con la memoria.

- ¿Verdad o castigo? - decía el publicista a la chica que le miraba con una mirada llena de hartazgo.

-¿Cuál es el castigo? - respondió ella.

- No sé, lo que sea... un shot de la botella de mezcal - dijo el publicista.

- Verdad entonces - dijo ella antes de tomar otro trago de cerveza.

El publicista miraba desde la mesa del restaurant el horizonte, dejando que el aire jugase con su cabello y con su mente un tanto arrepentido de la propuesta, en realidad él sabía que ella preferiría no estar ahí con él, si no fuera por la oportunidad de ver al presidente municipal de aquel pueblo en la costa que los había recibido al mediodía de ese mismo día después de un viaje de 6 horas saliendo en la madrugada donde él había tenido que pasar por ella por ser el único con auto; ninguno de los dos estaría ahí con el otro.

Solo estaban ahí porque la vida los había juntado para un proyecto por sus capacidades no así por su empatía. En realidad, él no tenía problemas con ella solo que no toleraba su perfeccionismo.

-"La vida no es perfecta, debe haber margen a lo humano"- le dijo una vez solo para que le dijeran un "Pues conmigo no".

En el camino a recogerla el publicista traía de música el disco blanco de The Beatles solo para que al recogerla ella le hiciera una cara de completo desagrado y que al par de los 30 minutos ella propusiera ir un disco y un disco mientras viajaban.  Lo hizo con una cara de hartazgo que el publicista interpretó como un -Tú música es un pinche asco- por lo que accedió con un mueca y solo asintió.

Escuchó una playlist de Chopin, Alejandro Sanz, Un remix de pop con salsa y cumbia.  Él por su parte puso Ok Computer, Be here now y Origin of symmetry. Ambos se odiaron. Pero la oportunidad convenía a ambos, ella tenía el discurso y él el medio donde colocarlo. 

- ¿Disco para escuchar en tu funeral? - soltó al fin el publicista en la silla al lado de la alberca, ella volteó a verlo, sentada viendo caer el sol con el mar de fondo, la pregunta no era tan mala. El alcohol había rebajado los malos tratos de ambos y con la guardia baja después de reconocer que la música de ambos "tenía algo que la hacía interesante y agradable al oído" pensó su respuesta.

El mensaje era la clave, ella sabía la respuesta pero no quería decirla. Era algo muy íntimo. El puto publicista que le caía mal no se merecía la respuesta. El darse cuenta que una pregunta tan profunda la había hecho un desconocido con quien solo veía cosa de "trabajo" la estaba enterrando. Aún así después de verlo detenidamente con una mirada de enojo personal que no inmuto al publicista le dijo: 

- Nocturno 9 número 2 de Chopin - dijo ella y tomó un sorbo a la cerveza - Lo había dicho, algo que se había dado cuenta a la edad de 12 años y que formaba parte de algo muy persona ahora era del dominio público, eso le molestaba pero curiosamente también le había traído cierta calma cuando el publicista asintió y le contestó -Esa es increíblemente buena- sonrió.

- ¿Y tú tienes alguna? o te vas como llegaste, sin nada - preguntó la mujer intentando lastimar al publicista con la última parte de la oración interpretando al publicista por reuniones como un tipo depresivo y desobediente que seguro tenía problemas personales de amor no correspondido desde la secundaria - pensaba-

El publicista no dejaba de ver el mar, cada vez miraba más y más lejos, pasaron en silencio dos tragos de cerveza cuando le dijo con una mueca en el labio.

- Mi abuela ponía unas de la social comunista cuando era niño, no sé cómo se llaman pero tendría que ser una de esas, me gustaría que fuera ella quien me llevara al cielo o al infierno, lo que me toque, pero me gustaría volverla a ver y que me sonriera como cuando me daba clases en la primaria y me dijera de nuevo "ya vamonos" - la respuesta seria del publicista dejó fría a la mujer que quedó un tanto arrepentida de su pregunta.

- ¿Quería mucho a tu abuela? - preguntó la mujer que había bajado la guardia completamente muy arrepentida de sus palabras "sin nada".

- Sí, mucho. ¿sabes?, ella podía jubilarse varios años antes que yo llegara a su salón, me espero y me dio amor todos los días de escuela. En casa solo había regalos pero en la escuela solo había amor. Es el único amor que conozco, ni mis padres fueron como ella, mi padre médico frío y mi madre abogada con la verdad por espada. Aburridos los dos.

Ella se quedó callada, por fin algo tenían en común que ella entendía perfectamente.

- A mi encabrona que no me digan nada, o sea ni si está bien o está mal lo que sea que sea, solo no me dicen nada, como que no importo, pero sí importo, o sea, mírame, vine a hablar con un político que dicen que mata al que le cae mal solo para pedirle un patrocinio, mis padres jamás pero jamás han hablado aunque sea con el jefe de manzana. ¿Y esto? les vale madre - dijo la mujer antes de tomar otra cerveza de la mesa y pasarle otra al publicista. Quedaba otra.

- ¿Verdad o castigo? preguntó el publicista.

- Castigo - dijo la mujer y dio un sorbo largo al mezcal.


 

 

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