¿Tú y qué ejercito?

Cerca de las 10 y media noche recibió una llamada, se encontraba en su oficina, tomando vino desde la tarde, estaba borracho, desgastado, deprimido. Habían sido días, semanas, meses así, navegando entre lo que parecía un triste destino para una vida tan joven y una carga por seguir una rutina diaria.

Justo antes del primer timbrazo del teléfono había elegido un cutter tipo exacto de cuando sus tiempo de estudiante de arquitectura.

Estaba decidido que si iba a morir, lo haría en sus propios términos, en su oficina, borracho, desangrado y feliz viendo fotos en el ordenador de los mejores momentos de su vida.

La mano sostenía el cutter cuando asomó la mirada a la pantalla, era ella, la mujer que admiraba en secreto desde hacía unos años en las jardineras de la facultad. No hablaban mucho, pero se tenían cariño, habían coincidido en uno que otro trabajo y recientemente se habían visto en una campaña política.

Tuvo que soltar el artilugio punzante por el tecnológico. Respiro profundo y engulló saliva.

- ¿Hola? - dijo el publicista sorprendido de la persona que llamaba.
- Hola, ¿cómo estás?- dijo ella con voz rota y frágil.
- Aún estoy - soltó el publicista sin pensar.
- Sí, lo entiendo - le respondieron- ¿Estás tomando?- preguntó la mujer del otro lado del teléfono
- Es correcto ¿y tú? - le devolvió la pregunta el hombre.
- Estaba, pero una amigas se van a casa, pero yo quiero seguir tomando ¿estás en tu oficina?¿puedo llegar?-

El publicista volteó a ver su entorno, en su borrachera la oficina estaba limpia, ordenada, decente, era un borracho muy organizado, incluso hasta cuando pensaba morir. No sabía si decir sí o decir no, si aceptaba la visita debería esperar hasta que ella se fuera para continuar sus planes, si decía que no y cortaba las venas en vertical, al día siguiente cuando le encontrarán y vieran las llamadas en el teléfono ella sería la última persona con la que hubiera hablado. Eso le incomodó.

- Sí, ven, por favor, tengo vino, música y un radiador - dijo el publicista.
- llego en 15 - dijo ella y colgó.

El publicista pensó para sí que eso de "en sus propios términos" era una pendejada también, no hay eso dijo al silencio del cuarto, la vida y la muerte tienen unos arreglos muy culeros continuó antes de engullir del vino y salir a la puerta a esperar la visita.

Era cerca de la medianoche. Se levantó, fue al baño, se echó agua en la cara y lavó sus manos, camino a la salida y espero por diez minutos en la calle oscura.

De pronto, una camioneta parcó frente a su lugar y de ella decendió una mujer con pantalón verde y playera holgada color blanco, sonrió apenas se vieron y caminó directo a él, sólo para fundirse en un abrazo. En ese momento el publicista cerró los ojos, el calido gesto, el olor de la femina, los pechos de ella incrustándose en él, y unas lágrimas bajando por su cuello provenientes de ella le hicieron sentir que aún tenía algo que hacer esa noche. Se sintió bien y olvidó lo del cutter, había que ayudar a una vida antes de perder la propia pensó.

La vida es una casa de cristal.
Foto de Sam Haos

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